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30/10/2011 abc.es / MADRID

Los envenenados regalos de Gadafi

El caballo y la jaima. La tienda que dejó en El Pardo sigue enrollada en un almacén de la Guardia Real. Al equino lo cuida la Guardia Civil

Un caballo que literalmente no da la talla —porque es pequeño— y una vulgar jaima de campaña que se dejaron olvidada en el jardín del Palacio de El Pardo. Eso es lo que queda de Gadafi en España.

Al-Naher-Al-Jaled —«Rayo del Líder»— procede de un ilustre linaje equino. Estaba llamado a lucir palmito, pero su suerte cambió el día en que el presidente libio Muamar el Gadafi se lo regaló a José María Aznar en septiembre de 2003, durante la visita que el jefe del Ejecutivo español realizó a Trípoli. Era un día importante: la primera reunión de Gadafi con un líder occidental después de que la ONU levantara las sanciones al país.

«Rayo del Líder», de raza árabe-berberisco, viajó a España con la delegación y pocos días después (el 7 de octubre) aterrizó en su nuevo hogar: el Escuadrón de Caballería de la Guardia Civil con sede en Valdemoro. Allí quedó en depósito, porque ni La Moncloa ni Patrimonio del Estado tienen cuadras propias. Y allí continúa, en su box, ocho años después.

«Rayo del Líder», de color rojo libio, es decir castaño, es noble pero muy pequeño; casi parece un poni. Tiene una alzada de solo 1,48 m, una altura muy por debajo de la del resto de caballos que utiliza el Escuadrón en sus tareas de seguridad, manifestaciones y las propias de orden público. «No es el equino más apropiado para esos servicios; casi provocaría risa, y a más de uno le arrastrarían los pies», ironizan quienes conocen al equino, que comparte cuadra y cuidadores con otros 150 caballos.

Como no puede salir a la calle con el resto, los agentes lo utilizan para enseñar y adiestrar a los recién llegados al Escuadrón; es decir, como caballo de entrenamiento. Con diez años ya, su futuro también será diferente. Los otros equinos se venden en torno a los quince años; «Rayo» es propiedad nacional, así que morirá cuando le llegue su hora en un box oficial, seguramente rodeado de los guardias que lo han alimentado y cepillado desde que se hizo español.

La jaima nunca fue un regalo del líder libio. El propio Gadafi sabía que semejante tienda de campaña no era digna de ser regalada a nadie, y menos a otro jefe de Estado. Ni siquiera él la quería. Así que, cuando en diciembre de 2007 terminó la visita de Estado, sus operarios recogieron sus pertenencias y dejaron la jaima vacía en el Palacio de El Pardo. Gadafi dormía en el confortable edificio, pero le gustaba recibir en una jaima sencilla para que se pensara que él también lo era. Además, mandó amarrar un cordero a la jaima. Sus balidos se oían mientras sonaban los himnos nacionales en la recepción oficial. Del cordero no quedó nada; se lo comieron.

Días después, a la Guardia Real le tocó desmontar la jaima, y la Casa del Rey la ofreció a otras instituciones por si alguien la quería. El entonces ministro de Cultura, César Antonio Molina, confirmó por carta que la destinaría con «fines didácticos» al futuro Museo Nacional de Etnografía, que se iba a abrir en Teruel y cuyos fondos se guardan en los depósitos del Museo del Traje. Pero la jaima nunca llegó allí. Con la crisis, se diluyó el proyecto del museo y la tienda sigue esperando, enrollada en un almacén de la Guardia Real, que alguien se acuerde ella.

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